Panem et circenses: la tauromaquia avanza si no se la combate

«Panem et circenses» («Pan y circo»)  Expresión latina derivada de la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo y entradas para los juegos circenses como forma de mantener al pueblo distraído de la política.

A principios de junio salió a la luz una inquietante noticia: un municipio cacereño y sus dos pedanías votaban en referéndum si 15.000 euros del presupuesto municipal se destinaban a las fiestas taurinas, o a la creación de empleo –eventual, eso sí-. En dos localidades la mayoría de los/as vecinos/as optaron por la tauromaquia. No olvidemos que en el fondo parece todo una gran pantomima: les regalaban amablemente el derecho a la democracia más directa posible en este sistema, y lo que les daban a elegir era un callejón sin salida, puesto que los festejos iban a dinamizar más la economía local que la ayuda en sí. Era muy fácil culpar luego al vulgo de preferir el circo en lugar del pan.

Ya sea por falta de alternativas, por falta de reflexión o por maniobras del poder para fomentar la distracción y embrutecimiento de las clases más desfavorecidas, el hecho es que estos eventos se siguen midiendo por el dinero que mueven en lugar de por la sangre que derraman. No es el único ámbito de nuestra sociedad en el que los animales y su sufrimiento se mercantilizan de esta manera, pero es tan visible y flagrante que, a cualquiera con un mínimo sentido de lo que es justo, la razón le dicta que la tauromaquia está desfasada en el tiempo y tiene los días contados.

Sin embargo, mientras nos quedamos parados/as esperando que esto suceda, que desaparezca por estar obsoleta, la parte interesada no deja de mover sus fichas para blindar legalmente y fomentar económicamente la continuidad de los festejos taurinos.

A principios de 2011 Cataluña prohibía las corridas de toros –no así otros espectáculos relacionados con el uso y abuso de animales-. Como respuesta, en la Comunidad de Madrid eran declaradas Bien de Interés Cultural. Este título las preservaba en términos legales y servía como base para impulsarlas. Las consecuencias desde la aprobación de este decreto han sido más que visibles, y se han reflejado sobre todo en la búsqueda de nuevas generaciones de aficionados/as: promoción en los colegios, descuentos y abonos para jóvenes, visitas guiadas a la Plaza de las Ventas para niños/as, creación de escuelas taurinas de dependencia municipal, etc. La televisión estatal ya ha eliminado discretamente de su libro de estilo la prohibición de emitir corridas en horario infantil, y en la autonómica –no tan discreta- incluso se emite un reality al estilo OT para promover la vocación y ensalzar el supuesto heroísmo de la figura del torero.

Mientras numerosos servicios básicos son mutilados por los recortes, la tauromaquia apenas se ve afectada. De hecho, su presupuesto se ha recortado en torno a un 10% menos que el de otros ámbitos dependientes de la Consejería de Cultura –museos, exposiciones, etc.-. Sirva como ejemplo que Metro de Madrid, el mismo que ha duplicado el precio de los billetes, destina dinero a exposiciones de fotografía taurina en sus pasillos. Del mismo modo, se ha reducido el personal y la frecuencia de trenes por falta de fondos, pero se aumentaron durante la feria de San Isidro “para que los aficionados taurinos pudieran desplazarse de una manera más cómoda” –así lo anunciaban, literalmente, en su página web-. Para eso sí había dinero.

Aunque Madrid se lleva la palma, en otras comunidades se han tomado medidas como la retirada de dinero de escuelas y bandas de música para dárselas a la tauromaquia. Valencia quiere seguir los pasos de Esperanza Aguirre y declarar la “fiesta” Bien de Interés Cultural, a pesar de que los informes solicitados a las universidades e instituciones culturales se han declarado en contra. A nivel estatal, el Ministro Wert lleva tiempo anunciando que creará un plan de fomento de la tauromaquia, con pretensiones como que sea protegida por la UNESCO.

Podríamos llenar páginas de estadísticas, cifras y comparaciones presupuestarias, nada que no se pueda esperar de un sistema podrido como éste; y aún así pensamos que no es un problema que se mida en leyes ni en cifras, sino en sangre. La que derrama cada toro, cada caballo, cada animal que muere sintiendo miedo y dolor, tratado como mercancía para enriquecer y entretener. Son víctimas del capitalismo, como nosotros/as; pero también son nuestras víctimas, cuando menospreciamos y justificamos su sufrimiento por el hecho de no pertenecer a nuestra especie.

Lo mismo sucede en los mataderos, en los circos, en los zoos, etc aunque no todo el mundo lo sepa o se haya parado a reflexionar sobre ello. En muchos ámbitos aún se necesita visibilizar el problema del especismo, pero la tauromaquia ya es lo bastante visible. Nos regala imágenes de sangre y muerte día tras día, año tras año. Todos/as tenemos ya nuestra opinión al respecto. No todas las opiniones son respetables, y deja una cuestión de gustos cuando hay vidas de por medio. Esto ya es una guerra; pero es el otro bando el único que está atacando.

Creemos que en este ámbito ya no toca concienciar, toca actuar; dejar de creer que esto va a extinguirse por sí solo y pelear activamente contra ello. Porque para este circo están jugando con nuestro pan; y, sobre todo, porque están jugando con la vida, el sufrimiento y la muerte de individuos que, como nosotrxs, merecen que se luche por su libertad.

Más información:

www.acabemosconlatauromaquia.com

www.acabemosconelespecismo.com

 

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Un comentario en «Panem et circenses: la tauromaquia avanza si no se la combate»

  • el 07/07/2012 a las 20:23
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    La discusión sobre el uso de estrategias de lucha más directas y bruscas contra la Tauromaquia en mi opinión, está muy ausente. ¿Qué pasaría si, al más puro estilo del Bloque Negro, un grupo de asaltantes hartxs del diálogo institucional que a nada conduce, atacasen la plaza de toros con toda su rabia con la intención de boicotear el «festejo» a toda costa?

    Es cierto que el diálogo institucional es todavía una estrategia que puede dar frutos si la presión social aumenta, pero mientras lxs de siempre dialogan con seres sin alma ni corazón para quienes la vida de criaturas inocentes es un simple objeto de intercambio monetario, esos animales siguen siendo torturados y mutilados para satisfacer a un vulgo sádico y miserable que, considero, no se merecen ni un ápice de respeto o tolerancia.

    Entiendo que les gusta la violencia, pues sólo alguien con gusto por la violencia desmesurada y sobre todo, sin fundamento o sentido alguno, puede encontrar agradable, apasionante o divertido contemplar el sufrimiento y la agonía de animales cuyo único crimen para merecer tan cruel destino ha sido nacer de otra especie. Pues si les gusta la violencia, que continúen, cada toro muerto en el ruedo aumenta nuestra rabia, y algunxs nos estamos cansando de dialogar y debatir sin lograr nada. Torturar criaturas inocentes no siempre saldrá gratis.

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